lunes, 3 de agosto de 2009

LUCAS 22,14-20


Ayer al igual que hoy y mañana celebramos la vida de familia, de hospitalidad y amistad, en torno a una mesa. En la mesa converge la vida. Sucede que los alimentos y las bebidas… se convierten ahí en medios para el encuentro.

Observamos que se acaba la bebida, los alimentos, la charla… en nuestra mesa y al poco tiempo, cada quien se va levantando, porque la mesa convoca. En ocasiones basta un tinto, un café con un pan… para platicar un largo rato… Y es que Dios se vale de lo insignificante para mostrarnos la grandeza de la vida: Lo vemos en Jesús que compartió un poco de pan y un poco de vino. Dos elementos muy especiales, que nos muestran mucho.

Un Pan es una bendición de Dios. Dice el salmo, la tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor nuestro Dios. Un pan representa todos los alimentos, que nos ayudan a sobrevivir... El compartir el pan es señal de solidaridad, de deseo de bien…
El vino símbolo de la alegría, del compartir fraterno, de la amistad, de la entrega (dando vida) dando jugo, como las uvas.
La Cena se convierte así, en un acontecimiento central para la adoración. Las comunidades cristianas compartían la cena en obediencia al mandato de nuestro Señor Jesucristo. “Haced esto en conmemoración mía”.

El texto de hoy nos recuerda que Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y les dio diciendo: Tomen, coman, esto es mi cuerpo... Después tomó la copa y, habiendo dado gracias, les dio y bebieron de ella todos. Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada… De cierto les digo que no beberé más del fruto de la vid hasta que lo beba nuevo en el reino de Dios.

La iglesia entiende que esa noche Jesús nos dio una ordenanza o un mandamiento, y que Jesús instituyó la Cena del Señor (eucaristía) ordenándoles a sus discípulos celebrarla “en memoria” suya.

Entonces, cada vez qué celebramos la eucaristía o cena del Señor, actualizamos aquél mandato de entrega y a la vez confirmamos el pacto que Dios nos ofrece a la humanidad por medio de Jesucristo. Actualizamos y reafirmamos nuestro bautismo y nos unimos con Jesús, con la Iglesia universal y con toda la humanidad por la cual Cristo murió.

Cuando celebramos la eucaristía, expresamos nuestra fe, nos afirmamos en la presencia del Señor en medio de su Iglesia y nos unimos como miembros de la familia de Dios alrededor de la mesa comunitaria... Allí por un instante, mueren los rencores, el egoísmo… y realmente, actualizamos su presencia resucitada como Señor de la vida…
Que Dios te bendiga. Un abrazo.

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