viernes, 11 de septiembre de 2009

LLUCAS 6,27-38


Recordemos ¿Cuál fue la última vez que alguien me hizo daño? ¿Cómo reaccionaste? ¿Cómo es hoy mi relación con aquella persona?

Leíamos en estos días bienaventurados cuando los odien, los expulsen, los injurien… por causa del Hijo del Hombre. De pronto, si nos ofenden, nos calumnian, nos hacen rabiar… son por otras cosas, diferentes de las de Dios, no por causa del Reino. Sin embargo, en tales situaciones ¿cuál debería ser el comportamiento de los discípulos o de los hijos de Dios?

En el texto del evangelio, Jesús va dibujando los distintivos del discípulo, que son muy diferentes del no convertido: (6,31-34). Aman a quienes lo aman, hacen el bien a quienes les hacen el bien, prestan algo a aquellos que se lo retribuyen.

Un distintivo del discípulo es: “ser compasivo, como Papá Dios” ¿Cómo se comporta un hijo de Dios? Pues siendo buenos con todos, porque Dios hace llover sobre justos y pecadores.

Esto es complicado, porque el discípulo no es de piedra. Le duelen las agresiones, las ofensas… es frágil… Vive continuamente en relación con los demás… Es ahí donde debe aprender a vivir desde el reinado de Dios.

Otro distintivo del discípulo es el amor. Ante las agresiones, las calumnias, los sentimientos negativos… el discípulo, al igual que Jesús debe colocar la fuerza del amor.
Dice el texto: “amen a sus enemigos” “hagan el bien a quienes los odien” “bendigan a quienes los maldigan” “Rueguen por quienes los difamen? Todo lo anterior tiene que ver con el amor. Son expresiones para todos los tiempos, que nos ubican en el sentido de relación con los demás, de búsqueda… Quien le falta trabajar más en la conversión, vive diferente: se cierra el diálogo, hace lo menos posible… se pone bravo por nada…

¿Cuál es el secreto para vivir como discípulos?
El reconocer la misericordia de Dios, el amor de Dios… Su compasión. Entonces, empezamos ser hijos en el Hijo. En el texto de hoy hay cuatro imperativos:
“No juzguen” “No condenen” “Perdonen” “Den” Dos formulados negativamente, que pueden expresar impulsos para frenar y los dos en positivo que pueden ser impulsos para manifestar. En todos está la fuerza de voluntad, para controlarlos y refrenarlos.

Cuando el amor está vivo, se superan las situaciones difíciles. Cuando decae el amor así mismo fracasan las relaciones. Si cultivamos acciones de amor, se van aquilatando más y más… en ésa medida realizamos el Reino de Dios. (Comentario basado de un escrito del P. Fidel Oñoro).

Dios te bendiga, un fuerte abrazo

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