martes, 17 de noviembre de 2009

LUCAS 19, 1-10


Zaqueo era un personaje principal entre los publicanos y menospreciado por los judíos que lo consideraban pecador. Zaqueo de pronto tenía complejos de inferioridad y trataba de compensarlos acumulando dinero, daba la impresión que entre más acumulaba más lo odiaban los judíos.
Zaqueo sube a un sicomoro. Este árbol es considerado como impuro para los judíos. Ahí se descubre realmente bajito, menospreciado… Cuando Jesús lo ve, se hace la auto-invitación de cenar con él, eso lo hace sentir muy bien a Zaqueo. Porque alojarse en casa de alguien, compartir la mesa es señal de comunión intensa, de aceptación incondicional. Jesús tenía todo el tiempo para Zaqueo.
Es tenaz cuando hemos compartido con alguien y siempre esa persona sacaba el tiempo para platicar y un día de pronto porque ya tiene otros intereses y dice: Que pena no tengo tiempo, estoy ocupada. El amor implica tiempo, diálogo…
Jesús acepta a Zaqueo tal y como es, no le hace reproches, simplemente comparte con él la mesa, esto transforma a Zaqueo. Dice que devolverá cuatro veces más (era lo estipulado cuando alguien robaba o vendía una oveja que no era suya. Ex 21,37). Zaqueo asume la actitud de desprendimiento. Antes había puesto su confianza en el dinero y ahora se desapega de él.
El diálogo con Jesús nos lleva a desapegarnos de las cosas. Nuestra misión es creer en lo bueno que tienen las personas, ya que todos buscan ser aceptados, amados así como Zaqueo. Muchos siguen los caminos equivocados y Jesús si cree que pueden retornar a los caminos verdaderos.
La hospitalidad de Zaqueo, creo el espacio de aceptación, allí en esos ambientes cambiamos la vida, nos convertimos, nos curamos… Al igual que Jesús nosotros debemos procurar tales ambientes.
Les cuento algo, una vez iba a una eucaristía y al ver el desgano en los rostros de los asistentes, pensé ¿qué se podrá hacer? esto parece tiempo perdido. Pero de todas formas han venido a la misa. De algún modo ellos buscan a Dios y las palabras, las oraciones, los cantos le harán bien. Entonces, se trata de crear un espacio sin que la otra persona se sienta que queremos convencerle o convertirla.
Creer en lo bueno que hay en los otros produce mucho bien. Cuando nos quejamos que las personas no tienen fe, que les falta interés por Dios, que el mundo es ateo, que va de mal en peor, con frecuencia es expresión de la propia falta de fe. Que Dios nos ayude a ver lo bueno que hay en los demás y a crear espacios de hospitalidad para mejorar nuestra existencia. Un abrazo y que tenga un día esplendoroso.

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